Querido Jesús, tú eres la claridad que ilumina mi mente y mis decisiones, gracias por todo.
Dios, gracias por darme la fuerza que necesito para afrontar todos los retos de la vida.
Gracias Dios, pues durante toda mi vida me has acompañado y he aprendido de tu generosidad.
Jesús, toda mi felicidad es gracias a ti, te prometo dar lo mejor de mí para que nunca te alejes de mi lado.
Confío en mi para salir adelante en la vida, y en Jesús pongo mis esperanzas.
Hoy abrí mis ojos, entró aire a mis pulmones y mi corazón latió. ¿Cómo no agradecerte Dios?
Si hay algo de lo que no me olvido cada día, es de agradece a Dios.
Los motivos por los que dar gracias a Dios son infinitos.
Somos el bien más preciado de Dios. ¡Demostremos con buenas acciones que merecemos serlo!
Hablar contigo, Dios, me mantiene fuerte y me da la claridad necesaria para saber qué camino elegir.
Cuando pienso en las bondades de Dios, todo se hace más fácil. ¡Gracias, Señor!
Sé que sigo el buen camino, porque aprendo del más bondadoso de todos los hombres, nuestro Señor Jesús.
Cuando creas que ya no puedes más, Dios te dará las fuerzas que necesitas para continuar.
No hay nada más importante que cumplir con tu voluntad, Dios.
A tu lado, Jesús mío, aprendí muchas cosas, especialmente a hacer todo con una buena voluntad y esfuerzo para lograr el éxito.
Hay algo en lo que siempre puedo confiar y que sé que no me fallará, ¡la palabra de Jesús!
Aquello que me importa en la vida es lo que me lleva a Dios.
Jesús, te seguiré hacia todos lados de ojos cerrados porque eres la luz divina que guía mis pisadas por un camino de paz y tranquilidad.
Dios, cada vez que siento miedo pido que se haga tu voluntad, y sé que lo que pase será lo mejor.
Hubo un día en que anduve perdido, pero encontré mi camino de la mano de Dios.